jueves, 15 de enero de 2015

El sufrimiento de esa "CRIATURA"


No pensaba publicar este relato, pero no tengo más remedio que hacerlo y, espero me sepan disculpar quienes pudieran sentirse molestos o pudiera herir su sensibilidad por las fotos adjuntas.



Cuando recogí las pertenencias de mi difunto hermano, en casa de unos familiares, encontré escondida una bolsa negra de plástico entre las "sotanas negras" que tenía dentro de una bolsa de viaje que, al cogerla, sonaba a metálico.


Para evitar problemas entre los familiares o que alguno de los allí presentes se sintiera molesto, ofendido, sorprendido, dolido, ofuscado, alterado, inquieto, descubierto, intranquilo, opté por callar y no comentar el hallazgo de dicha bolsa de plástico negra y la metí entre mis pertenencias personales, en mi maleta.

Como el viaje de vuelta lo haría por Barco, tenía que traerme a Canarias el Peugeot 207 de mi difunto hermano, sí, sí, ese que nadie quería quedárselo porque presuntamente se debían aún muchas letras y claro, quedárselo para seguir pagando... como que no. 

Otra cosa bien distinta hubiese sido, si estuviera totalmente "pagado" y claro, ahí sí que hubieran habido intereses creados entre cierta persona que ni debo ya nombrar, no merece la pena darle más publicidad gratuita, y los hermanos, pues hubiera sido una presunta pelea entre ambas partes y ahora mismo sé quien se lo hubiera quedado, en ese momento hubiera tenido dudas.

Por otro lado, cierto familiar estaba dispuest@ a quedarse con el coche hasta que se supiera quien se lo quedaba definitivamente y, si no era la familia el beneficiario final, lo dejaría presuntamente aparcado en la calle hasta que una grúa se lo llevara a donde fuera... ¡Menos mal que no se lo quedó ese familiar, menos mal!.

Nuestro hermano tenía un seguro de vida que cubriría, en caso de MUERTE, el total de la deuda del coche, por lo que tuvimos mucha suerte, dado que dicho seguro de vida se hizo cargo del pago del mismo y... ¡tot pagat!.

Volviendo al tema que no quería relatar, y del que hemos desviado la atención que se merece con el tema del coche que, en parte tiene mucho que ver, como decía, al venir a Canarias en el Barco y con el coche, dentro de mi maleta estaba aquella "bolsa de plástico negra" que contenía algo metálico que, como ya he dicho, no dije que existía a mis familiares.


Ya en alta mar, a once horas de haber comenzado la travesía desde el Puerto de Huelva, entrando ya la noche y, como es lógico, en el mes de marzo hace fresquito en cubierta del barco, l@s pasajer@s se han retirado a sus camarotes o butacas a dormir, ver la televisión o lo que sea, y es cuando aprovecho la ocasión para subirme a la última cubierta del buque, cerca de las chimeneas, (lugar más o menos calentito, aunque sea un lugar donde la mezcla del olor del gasoil con el salitre del mar suele producir cierto mareito), procedo a abrir la "bolsa de plástico negra"; meto la mano y toco algo metálico con pinchos y... ¡SORPRESA!.

Sí, ¡SORPRESA!; sorpresa inesperada y no deseada; aparece ante mis ojos algo que jamás hubiera querido ver y que al tocarlo, me produce un dolor en el corazón que hace que unas lágrimas salten de mis ojos sin quererlo...

Es un "CILICIO" y está "usado", se nota por el tacto que no es nuevo, que tiene sus años, que ha sido usado durante mucho tiempo, tal vez durante muchos años, y lo más grave es que tiene gravadas unas iniciales muy conocidas por mí, y una fecha que, por motivos particulares de la "criatura", no debo decir.

Es un "cilicio" con unas púas afiladas, pequeñas pero afiladas y usadas que, al tocarlas y con el meneíto del barco hacen que me "pinche" y que una gota de mi sangre se mezcle entre las que tiene el silicio, secas, oscuras, y revivan, tomen vida nuevamente al tacto.

Fue una sensación inexplicable la que viví esa noche; por una lado me producía dolor de corazón y por otro lado sentía rabia, impotencia; me sentía agresivo y rompí a llorar apretando entre mis manos aquel cilicio que tiempo atrás había usado una "criatura" que ya no estaba entre nosotros.

Mirando al cielo en la oscuridad de la noche, sólo quería ver a alguien asomarse y que viera mi sufrimiento, pero un manto de nubes tapaban por completo el cielo y...

Cogí el "cilicio", lo mire varias veces y sin pensarlo, lo lancé con todas mis fuerzas hacia el mar, viéndolo caer a escasos metros del Buque que, a la vez que el mar lo engullía, el buque se alejaba de aquel lugar para siempre. 

Me juré a mí mismo que ese "cilicio" jamás volvería a ver la luz del sol, ¡jamás!.

Rompí a llorar amargamente durante unos minutos hasta que oí la voz de alguien que se acercaba:

- ¿Le pasa algo, Caballero? - me preguntó uno de los guardias nocturnos del buque que estaba dando su ronda.

- No se preocupe, - le dije; estaba llorando porque he lanzado al mar el "collar de castigo de una "criatura" muy allegada que jamás debió usar"; lloraba de rabia, de pena por los años que la usó.

- ¿Se murió esa criatura? - preguntó el guardia nocturno visiblemente emocionado por mis palabras.

- ¡Sí!, - exclamé con lágrimas en los ojos; murió no hace muchos días y debe estar ya en el cielo, porque se lo merecía.

- Seguro que ya está en el cielo, seguro que lo merecía - me dijo el guardia nocturno a la vez que daba una palmadita en la espalda.

- Venga conmigo, le invito a un café, - me dijo, a la vez que comenzaba a bajar las escaleras camino del Bar de la discoteca que estaba abierto.

Tomamos un café y hablamos durante un buen rato sobre el tema de la "criatura" y me fije en su rostro, un rostro desencajado al oír de mi boca todo lo que esa "criatura" había pasado, había sufrido en vida; creo que no olvidará jamás esa noche de marzo, donde un pasajero le contó sus penas, penas y sufrimientos por la trágica muerte de esa "criatura" que ya estaba en el cielo.

Se preguntarán quienes no sepan del "tema", para qué quería esa "criatura" un "cilicio"... La respuesta es muy sencilla, para usarlo en sí mismo, en sus propias carnes, en su cuerpo como penitencia, flagelando sus carnes y mortificándose por... ????

En una de sus agendas personales, en la página del día 26 de mayo de 1982, entre otras cosas que no vienen al caso, hace hincapié en: "... a veces, con el cilicio y las disciplinas". ¿...?


Que cada cual piense lo que quiera; yo se lo que viví y lo que sentí con aquel "cilicio" en mis manos y, la verdad, no deseo a nadie que pase por aquella experiencia de aquella noche en alta mar.


AUTOR: Javier María Martí M.

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