viernes, 22 de mayo de 2015

Tu heroína


Por una parte soy la que te cuida en cada situación peliaguda, te arropa con su capa, te protege entre sus brazos, te mantiene a salvo en su seno, su pelo te huele a seguridad, su piel como una nube para ti, sus ojos serán los que mas te protegerán pues a ti te enseñaran el universo y a los demás su destino, su boca solo pronunciará las palabras mas dulces para tus oídos, su nariz como la de un sabueso sabrá cuando sientes miedo y sus manos están hechas acorde a tu figura.


Por otra parte soy tu droga, la que necesitas día a día, con la que no puedes vivir si no está, te inyectarías cada molécula de mi por tenerme dentro, pagarías millones por tenerla contigo, recorrerías medio mundo por encontrarme porque te parezco la mejor, pondrías tu vida en peligro solo por protegerme.


Por ambas partes, soy tu heroína.


AUTORA:  Sara Suárez

jueves, 21 de mayo de 2015

Hombre enterrando a esposa dos años después de enterrar a hija


Adelántate

El asombro ya no es parte de mí
lo maté hace dos años cuando
ella se reunió con tantos otros

El verde dejó de oírse por esta orilla y
los días abiertos de Abril se
difuminan y empastan para
mantenerme inmóvil

Adelántate

Y por favor diles que para mí
la luz sea celeste
que no soporto el blanco ni el
síndrome de la bata

Yo todavía tardaré un rato en
poner un pie detrás del otro
Siempre fui el más lento…
incluso para morir

Ahora son las hojas las que
ordenan al viento ¿Las ves?
Inquietantes
cubriendo su último castillo de arena
la pala roja
el minúsculo rastrillo amarillo

Adelántate

Juntad las manos
las caras
compartid el soplo
La promesa se hincha y lo ocupa todo

La promesa:
Fue
Fuiste
Soy

Seremos.


AUTOR: Juanje Frayfregona

miércoles, 20 de mayo de 2015

Al pie, del Verdugo


Hay personas tan lejanas, parapetadas en sabe Dios que desconexión con la empatía, que un día se levantan creyéndose en el derecho de comentar cualquier cosa que se publique en Internet. Y por supuesto que creo en la crítica: en la constructiva anotación o apunte que enseña e instruye, aportando un ejemplo para que visualices las mejoras conllevadas. Por supuesto que sí. ¡Estaría bueno! Lo obvio no tiene respuesta. 

¿Pero me podéis decir que tiene este comentario de instructivo?

"No esta mal, pero estaría mejor que te decidieras, o por la rima, o por el verso libre. Personalmente prefiero el verso libre, aunque en este tuyo, creo que seria mejor rima completa. Cosa de pensarlo un poquillo"

Y digo yo que para algo está el icono del ME GUSTA, o simplemente pasar de largo, o siendo más justos decir. NO ME GUSTA. “Me quedé con la sensación de que el Verdugo me había perdonado la vida a última hora, sacrificando su pie con el hachazo desviado”.

No lo sé, pero estoy casi seguro que la literatura poética lo aguanta todo. ¿O está todo escrito ya como con las matemáticas? Las normas establecidas tienen dos caminos, o seguirlas o abrir una nueva senda. Suelo recordar mucho esta frase, entendiendo que desgraciadamente existe la irrefrenable verborrea, pero “si lo que vas a decir no es más bonito que el silencio, cállatelo”

La respuesta no se hizo esperar, y creo que no vendiendo nada, ni pretendiendo más que liberar mi mente, no pude refrenar mí impulsiva contestación. 


-el día que escriba UNO SOLO de mis textos pensando en cómo le gustaría a alguien que los realizara, creo que me convertiría en una especie de “caníbal”. O sea, que me tendría que comer mi propia “ALMA”. Por cierto, una vez tuve un perro que, mientras le enseñaba a dar la patita, a sentarse, o a hacer sus necesidades en la calle, le decía “no está mal” ¿Sabéis lo que pasó?.... ¡fue muy curioso!…. Todavía lo recuerdan en mi barrio (se comió su alma). A partir de entonces le tuve que llamar “DESALMADO”, ¡creo que nunca le gustó ese nombre!-

Las cosas no se piensan un “poquillo” o se piensan o no se piensan. Llevo 50 años decidiendo cosas, y escribirte esto ha sido mi última decisión de hoy. Ya ves, me estimulas.

Si por un casual, mis palabras hacen brotar una perla desde tus hermosos ojos, házmelo saber. Me encanta cuando algo que escribo conmueve. 

Por cierto, siempre he querido hacerme un tatuaje, ¡qué mejor ocasión! Me grabaré cerca del corazón esa frase (no está mal), cuando alguien me pregunte, la respuesta la tendré clara. Cosas del ALMA. 

Gracias por usar tus dos últimos “comodines” conmigo: el de “hoy me levanté crítico literario” y el de “voy a encaminar la vida a otro puto idiota”. 

Te lo agradezco en el ALMA.

¡Uff, que a gusto me he quedado! Creo que voy a llamar a Ferran Adriá para comentarle que no mezcle alcachofas confitadas con trufas y emulsión de wasabi, si lo va a servir en un sorbete… ¡Jope!…


Ya veis, no es que no me gusten las críticas, lo que no me gusta es la “lejanía y la falta de empatía” de las mismas. 

Bueno, creo que a ella tampoco le gustó mi respuesta.



AUTOR:  Carlos Suárez

martes, 19 de mayo de 2015

Los monstruos del romanticísmo


Siempre que cae en mis manos un texto del Romanticismo acuden a mi mente sus monstruos. Y me sorprenden. Esa mente agitada, esos momentos históricos que llevaron a los escritores decimonónicos a crear a Fausto, a Frankenstein, a Dorian y a don Juan. ¿Podríamos conocer todo un movimiento artístico y cultural tomándolos como base? Porque nunca antes la literatura había creado a seres tan extremos.

Empezó Goethe, anticipando un atormentado siglo y su búsqueda de libertad. Insaciable aprendiz de todo y con una curiosidad sin fin. Goethe y su Fausto, deseoso de conocimiento, de sabiduría. Un decepcionado con la ciencia que busca en el amor la felicidad. ¡Conocimiento total! ¡Como si eso fuera posible! Y ahí el diablo. Presente. Siempre acechando a los insatisfechos, a los que siempre “quieren más”, dispuesto a comprar su alma y convertirlos en sus esclavos.

Y Frankesntein nació de la pluma de una mujer; una jovencísima Mery Shelly que nos legó unos de los personajes de ficción del que más interpretaciones se han hecho. Literarias, cinematográficas, en cómics, en filosofía. ¿Qué ansia corroía al doctor Victor Frankenstein, para llevarlo a desafiar a Dios? ¿Vida de la muerte? Lo consiguió. Eso sí, con la ayuda de la ciencia (no por la magia de los milagros como le ocurriera a Lázaro o a Jesús). Su bravuconería debía ser castigada y “el hijo” se volvió contra “el padre”. “¿Quién te crees que eres, Victor?”.

Y nos queda otro insatisfecho. ¿Por qué Dorian Grey no se contenta con nada? ¿Por qué todo es para él insuficiente? Ni lujuria, ni poder, ni dinero logran aplacar su sed. Sed… ¿de qué? La eterna juventud que ve como todo y todos a su alrededor se desmoronan y Dorian… en pie. Cada vez más bello mientras su imagen se denigra hasta lo imposible en ese cuadro en el desván. Óscar Wilde solo escribió una novela; esta. ¡Qué personaje nos dejó! Tan encantador como una serpiente. Nos muestra la lucha interior de su autor siempre sostuvo entre la luz y la oscuridad. El bien y el mal.

Y en España Zorrilla no crea, sino más bien “se recrea” con la figura de don Juan (que Tirso de Molina nos regaló allá por el siglo XVII) y lo populariza hasta convertir esta obra en la más representada del teatro español. Don Juan Tenorio; ese burlador irreverente, insolente y desafiante; orgulloso de sus fechorías y dispuesto a enfrentarse con Dios con su “¡Cuán largo me lo fiáis!”

Dios y el demonio están profundamente presentes en estas obras. Y en la vida de sus autores, por supuesto. Los cuatro personajes desafían a Dios. Los cuatro pecan. La insatisfacción es su cruz. ¡Quiero más! Y son castigados severamente. No hay perdón posible. Pero uno se salva. El amor de una mujer logra salvar a don Juan al filo del abismo. Quizá es este quien anuncia el fin del Romanticismo; sin castigo no hay pasión y sin pasión se acabó este movimiento.

Fausto, ¿cómo osas querer poseer la total sabiduría?

Victor, ¿pretendes convertirte en creador de vida?

Dorián, ¿qué te hace pensar que podrás librarte del destructor paso del tiempo?

Juan, ¿estás seguro de que alguna deuda puede quedarse sin pagar?


AUTORA: Victoria Monera

lunes, 18 de mayo de 2015

Al puto agujero en el estómago cuando no estás



La escultura de
tu ropa ovillada
al pie de una cama
deshecha de impaciencia

El salto al vacío a través
de un colchón con aires
de neurótica incontinencia

Pinceladas dispares con
trazos conspicuos en
febriles bajorrelieves

El lienzo
tu espalda

La victoria
tu espalda

El crimen
el amanecer

La víctima
mis ganas

Hoy como ayer deseo que los días sean negros como la noche que atraviesa el tiempo que tardas en volver a describir la órbita elíptica que permite la destrucción creadora de nuestro colapso tras el choque. La serpiente de todos los principios lo dijo:

-Dile hola y cierra los ojos-.


AUTOR: Juanje Frayfregona

viernes, 15 de mayo de 2015

El salto


- ¡Ándale, no seas cobarde! – gritó mi amigo entusiasmado ante la vista esplendorosa que el acantilado nos brindaba esa mañana de abril.

- ¡No es cobardía! ¡Es precaución! – le contesté apenas asomando la nariz, con el viento fresco lamiendo mi rostro y con un gesto que denotaba que la ida no me terminaba de gustar.

Apenas a una semana de haber iniciado el curso de salto en parapente; ya estábamos ahí, dos jovenzuelos con ganas de volar, intentando romper las leyes de la gravedad en busca de la realización del sueño infantil alojado en nuestros corazones.

- ¡Bueno! ¿Listo? ¿Ya te decidiste? ¿El rojo o el azul? – me dijo tomando con la mano izquierda una de las correas de la mochila azul y como sin querer, dejando a mi elección la roja.

- ¡Ya qué! Me toca este. ¡Sólo espero que se abra a tiempo y no me vaya yo a dar un buen madraz…! 

- No te preocupes hijo, – me interrumpió el instructor. Un hombre maduro y atlético, muy experimentado, espigado con rostro amable y muy seguro de sí mismo – si no fuera porque el salto es suyo, lo tomaba y saltaba yo…

En mi mente contesté raudo y veloz – “pa´luego es tarde, pues salta tú” – pero mi amigo confirmaría que mi falta de ganas de saltar, se debía a que no estaba del todo convencido en que hacer el salto en la primera práctica fuera lo más prudente o sea, que tenía miedo de llevarme el chingadazo de mi vida en mi primer salto.

Pese a mis dudas y preocupaciones personales, los preparativos continuaron, una leve revisión a las mochilas, arneses y a la técnica del conteo antes de jalar de la cuerda que liberaría el paracaídas. Todo parecía estar en su lugar, pero el gusanillo de la duda ya había hecho en mi mente “tremendo hueco del tamaño de la manzana que se estaba comiendo.”

- Todo listo – nos indicó el instructor - ¡Ahora sí, vamos a ver de qué están hechos! – dijo en tono animado y muy seguro.

Brincando de alegría y haciendo calentamiento como si fuera a correr los 100 metros planos en las olimpiadas representando a nuestro país, mi amigo se acercó al punto donde se dispuso el despegue y acto seguido grito...

- ¡LISTOS!

Mientras que yo me puse detrás de mi mochila de salto, como que no hubiera escuchado el llamado del instructor ni el grito de guerra de él. En ese instante volteo me dijo:

- No te haga al loco. ¡Vas canijo! O ¿qué? ¿No es lo que hemos soñado hacer desde que éramos un par de chamacos cagones? ¡Ándale güey! ¡Que se nos va la vida en un segundo y hay que vivirla al máximo!!

En ese instante esa frase trajo de repente a mi cabeza, como en una película de esas en las que ponen al protagonista recordando su pasado, levanté los ojos al cielo como buscando dentro de mi mente, el recuerdo del día en que juramos hacer todo juntos. Nos inventamos una ceremonia de pacto de sangre (con escupitajos claro, porque la sangre, aunque sea nuestra nos provocaba una combinación de miedo y asco). Cerramos tan fuerte las manos al entrelazarlas, que enrojecieron como sí en realidad se estuvieran transfiriendo de una a la otra. Con solemnidad marcial y bastante chistosa para unos chamacos de apenas diez años, juramos hacer todo juntos, como hermanos. Enumeramos las cosas que haríamos: ...la secundaria, la prepa, la universidad y por supuesto la misma carrera. enamorar un lindo par de gemelas para dar nuestro primer beso en iguales circunstancias, el día de nuestra boda doble y la cantidad de hijos que trataríamos de tener, nuestra primera pelea a madrazos con el primero que nos provoque, y una larga lista de tonterías propias de nuestra edad. Al momento de bajar del techo de la casa abandonada que fungió como centro de ceremonias, saltamos juntos tomados de la mano a un gran montón de zacate que amortiguo nuestra caída. Al recuperar nos del ataque de risa después de del aterrizaje, abrió sus ojos como cuando se le ocurría una descabellada idea:

- ¡Un salto en paracaídas desde el Cañón del Diablo! - me dijo tomándome por los hombros y sacudiéndome en forma telúrica combinada con mal de Parkinson...

En ese preciso instante, en el que terminé de recordar de donde habíamos sacado semejante idea y antes que yo pudiera acercarme a la orilla del acantilado, mi amigo con el paracaídas listo, saltó lanzando un grito de victoria que nunca olvidaré…

- ¡Nos vemos abajoooooooo!

Y en un leve instante, su descenso duro escasos segundos. Lo que vi me termino de quitar las pocas ganas que tenía de alcanzar mi sueño junto a mi amigo al pie de ese acantilado. 

Hoy a mis 87 años, con 56 bisnietos, 23 nietos, 7 hijos y una buena esposa que me cuida desde el cielo, me pregunto si debí haber saltado, me sigo preguntando: ¿Vale la pena alcanzar el más grande de nuestros sueños, aunque este dure sólo unos cuantos segundos?

Tal vez hoy regrese a ese acantilado, lo compruebe y si todo sale bien, se lo cuente a mis bisnietos…, si no, le contaré a mi amigo de todo lo que se perdió.


AUTOR: Carlos A. Suárez G..

jueves, 14 de mayo de 2015

Sé mi héroe


Quiero que seas mi héroe, el que apacigüe mis noches, quien espante mis pesadillas, me haga sentir protegida, el que batalle a capa y espada por mi tranquilidad nocturna.

Quiero que seas mi mendigo, quien me pida cada día mas cariño, quien me de cuando menos tiene, que no sepa vivir sin mi por ser su sustento.

Quiero que seas mi manitas, quien construya un vida conmigo, quien entienda mis faltas de tornillos, quien arregle lo que nadie sabe.

Quiero que seas mi fiera, quien se amanse solo conmigo, quien los impulsos se hagan con su cuerpo.

Quiero que seas mi muso, quien me inspire a trasnochar, despertar, correr, parar, tratar, callar, quien me haga volar la imaginación.

Quiero que seas mi dulce, mi salado, mi ácido pero no mi amargo.

Quiero que seas todo aquello que me fascine y que me haga sentir que vivo al límite de un ataque de ternura y sentir que muero de amor cuando me diga lo que sientes por mi.

Sé todo lo que quiero y seré todo lo que quieras.


AUTORA: Sara Suárez

miércoles, 13 de mayo de 2015

Del placebo de la solitaria sonrisa interior y la morfina del surrealismo



"(...) Y el aplauso surgió de dentro."
(Observación anónima, externa, de un Otro cualquiera consultado al azar).

La práctica del autobombo carece de
estudios serios recogidos en
publicaciones serias

Las muestras extraídas
por su naturaleza manual y
metodología abstracta
heterogéneas y
heterodoxas

Algunas
producto de manos ahuecadas con
tendencia al eco grave y repetitivo

Otras
tímidas
llegan con un casi inaudible
batimiento de las segundas y
terceras falanges de ambas
manos

La mayoría
palmas estiradas con
inusitado esfuerzo intentando
vanamente abarcar toda su
amplitud y registro sonoro

Así
las conclusiones resultan a
su vez dispares 
a saber

A menudo la confusión anima a
catalogar las primeras como el
intento patético de una dulce
hipnosis colectiva mediante
cantos gnawa dirigidos desde
un Yo a los Yo de los Otros

Las segundas
circunscritas siempre a las 
áreas independientes entre sí
semejantes a pequeños rediles
que se encuentran en el interior del
círculo y el exterior del
polígono cíclico a modo
de suave autosugestión

Las terceras
siempre
repito
siempre
subsumidas dentro de la poderosa
brisa que eleva la carpa de un circo
lleno de enanos malabaristas e
inocentes ornitorrincos empujados
por sus altas y atrevidas miras

Y es así
como
a través de hercúleos sueños y
sus brumas
consigo
apenas
no dejar de sobrevivir.



AUTOR: Juanje Frayfregona

martes, 12 de mayo de 2015

El grandioso reino del AMOR


En el grandioso reino del Amor, hay un sinfín de cortesanos sorteando fidelidad y tramando complots. Como su hijastro “Cariño”, nacido bastardo de su unión con la ingenua y joven campesina “Ensoñación”. El Rey quisiera sentirlo como legítimo, pero no da la talla, tan solo revolotean sus sentimientos sin lograr su inmensa majestad. Y libra sus batallas sin conseguir llegar a su corazón, mecido en su imaginario columpio de aprecio.

“Ternura”, la agradable infanta, tampoco obtiene méritos suficientes. Su seductor carácter jamás conseguirá llamar su atención. Ni el calor de sus delicadas manos, ni su encantador rostro, disipan el recuerdo de una Reina.

Sus subordinados “Afecto” y Apego”, intentan atender sus muchas necesidades, pero el Rey está triste y solo, e intenta calmar su afligida alma en los brazos de su madre “Amistad”. La única que le comprende y con la que se sincera sin miedo alguno. En la que apoya su soledad más que evidente.

Ni sus primas carnales, con las que jugaba desde niño, “Simpatía” y Adhesión” que se hallan muy lejos, pueden enjugar sus lágrimas en sus afectuosos brazos.

Y por eso el Rey está solo en su trono. Después de la muerte de la Reina “Pasión”, la que mejor lo entendía, aunque fuera a ratos, y a la que echa muchísimo de menos.

Ninguno se puede medir a él. Es la implícita soledad del Rey en su reino. Donde reina sólo. “Amor” el Coronado.


Rodeando al Amor 
hay muchas cortesanas palabras, 
más solo emiten su rumor, 
mientras ella se alza solitaria.


AUTOR: Sergio Suárez.

lunes, 11 de mayo de 2015

Calla y sigue



Piérdete en la voz de la oscuridad, te aclama cada noche a que la sigas, no busques una luz, busca la sombra mas tenebrosa del lugar, no ahuyentes a los demonios, te esperan con tu plaza en el infierno, calla y sigue esa voz, corre hacia los suburbios, los maullidos de los gatos te atraerán y sus temibles ojos brillantes te enseñarán el buen camino, no temas, ni retrocedas, tu destino aguarda a que llegues.


Morfeo te tiene reservado un sitio junto a los demonios, ha hecho un trato con tu alma y cada noche se la llevará pero no temas, te la devolverá cada mañana para seguir sufriendo tu terrible destino, no huyas de lo escrito, entiende sus motivos, cuando esto acabe te encontrarás con la verdadera oscuridad que no se encuentra ni en el mas miserable de los corazones, llegará el momento de tu siguiente pacto, Hades espera que lo complazcas, sumérgete con tus compañeros en un remolino de angustias, piensa que no te afectarán pues se acabó tu desespero, calla y sigue.

AUTORA: Sara Suárez

viernes, 8 de mayo de 2015

Por si acaso la palme hoy, que quede constancia



Intuyo el absurdo
con su anchura
infranqueable
sobrevolando en
paralelo una laguna
de agua amarga
de color indefinido e
indefinible
ni casi ni ocre
ni casi ni azul
donde se incuba la
imperfección de una
causalidad llena de
excepciones

Lo aleatorio
como ley
es la confirmación del 
sentido circular del
viento

impar y negro

asentada en la
costumbre del
hombre
mudo ante el abismo
del despropósito
elevado a la categoría
de mandamiento
grabado en La Piedra

A ratos
pocos
el desprendimiento
momentáneo del
fardo
lo consigue el 
primer sol de la
primavera
tenue pero
caliente
o el gateo torpe y
valiente de una
sobrina tras las
sombras de los
pasos de animales
parlantes
o quizás tú
pero no depende de mí
ni casi de ti
los planetas se
alinean en muy
raras ocasiones.


AUTOR: Juanje Frayfregona

jueves, 7 de mayo de 2015

El sueño de todas



Mireia, corre por entre bambalinas mientras Luigi intenta ordenar las alborotadas ondas de su largo pelo rubio. En el Backstage, otras cincuenta personas atienden las necesidades de las exhaustas modelos en el último desfile de la temporada. Los intensos focos, que a saltos la ciegan, emiten un calor insoportable, “aun recuerda la ocasión en que se permitió pedir que bajaran su intensidad, añorando el sol de su evocada Copacabana, para recibir unas expuestas risas que nada añadieron más que indiferencia a raudales”. Quince angustiosas horas en pie la habían llevado a seis escenarios distintos. –Raras son las sombras que no machan un sueño- le decía su abuela para bajarla a la tierra, a la que tanto quería y echaba tanto de menos: varias sesiones fotográficas, pruebas de vestidos y otros tantos eventos publicitarios, sin apenas probar bocado. Todavía, muerta de risa, se revuelve en su enorme bolso la mitad de una barrita energética desechada a media mañana para llegar al peso obligado por esta última Agencia que contrata bajo unas estrictas reglas de tallas.

A Luigi se le quiebra el corazón cada vez que su antebrazo roza el esquelético cuerpo de esa criatura: de esa niña de apenas diecisiete años. ¡A cuantas ha visto!, ¡a cuantas! correr y correr en las maratonianas jornadas de trabajo que promueven estos desfiles de Alta Costura. ¡A cuantas!, “ni el día que naciera su preciosa Irene tuvo que correr tanto”.

La regidora exhibe una vez más la huraña mirada que implica estar atentas y preparadas, mientras ella intenta mitigar la fatiga respirando con pequeñas y entrecortadas inspiraciones el aire revuelto y plomizo que parece faltar entre los nerviosos cuerpos de las niñas pintadas hasta casi sus senos. “¿dónde estarán ahora sus sueños de princesa, los viajes maravillosos con los que fantaseaba en su Río de Janeiro natal?, ¿dónde le fueron extraviados por estas absurdas prisas, saltando de ratonera en ratonera, sin poder ni siquiera disfrutar el sol de tantos lugares que sin duda debieron ser hermosos?, ¿cuántos recuerda apiñadas siete y ocho chicas en apartamentos de mala muerte?”

La luz baja unos instantes. ¡es la señal!, la fatiga se oculta tras el dolor de unos zapatos de vertiginoso tacón, de la incomodidad de un vestido incapaz de llevar con elegancia, de los focos derritiendo el maquillaje, quemando el esmalte de esas, nada prácticas, uñas. La espontaneidad de la adolescencia se disimula, se retrae. Las sonrisas no existen, y si el nerviosismo las empuja, son aplacadas por las órdenes de la regidora.

La música da el pie a la primera sección, empujadas por las rudas manos de la frustrada mujer que un día quiso ser como ellas: que soñó lo que ellas. Y la boca del estómago se comprime aun más, casi se cierra dentro de una talla que no es la apropiada para su complexión. Solo teme caerse, y mira hacia un techo enmarañado de cables y focos, emulando el cielo donde imagina ver como su abuela le sonríe y la anima.

Es su turno, está a un paso de terminar otro día de penurias y poder acabarse su olvidado desayuno. El ingrato nerviosismo que atesora su vigila, intenta enviarle las señales para que su cuerpo deje de doler por unos instantes, pero en ese cuerpo ya nada responde. Y Luigi la sostiene como lo haría un hermano mayor antes de su primera función en la escuela, olvidando por un momento su condición de gran estilista de “Celebrities”. Las únicas manos que estimulan a la niña modelo antes de enfrentarse al irrefrenable y brillante Sol agobiador de la pasarela. Y con el primer paso, los ametralladores flashes imprimen, en sus películas y memorias digitales, otra burla del Pret a Porter francés, sin reparar en la inaudita delgadez de quien está sufriendo el penoso sendero empedrado de la vida de una modelo. Ese sueño de todas.

AUTOR: Sergio Suárez

miércoles, 6 de mayo de 2015

El asesino del parque


Mataró estaba convulsionado. Todo había comenzado dos semanas atrás, cuando el cadáver de un niño de ocho años apareció degollado, al pie de uno de los grandes cedros del Parc Central. La noticia causó desconcierto en toda la ciudad, se hablaba de violencia juvenil, malos tratos, drogas, violacio­nes... De hecho cada ciudadano tenía su propia teoría sobre el caso, los medios de difusión locales trataron el tema ampliamente, e incluso se habló de ello en Antena 3, en una especie de "Reality Show" macabro. Pero cuatro días después, se encontró el cuerpo sin vida de Carla, una niña de siete años, en el césped del parque de Cerdanyola, (oficialmente parque Puig i Cadafalch), debajo de uno de los nuevos puentes de madera. 

El asunto tomó un cariz diferente; podía tratarse de un asesino en serie. El miedo se adueñó de la ciudad, alguien se dedicaba a asesinar a niños. Creo que fue el Punt Diari el primero en utilizar el calificativo de "El asesino del Parque". Todos los noticiarios nacionales se hicieron eco del crimen, y el jefe de la comisaría de Mataró tuvo que dar explicaciones públicas sobre la marcha de las pesquisas. 

No habían pasado ni cuarenta y ocho horas desde que se descubriera el segundo cadáver, cuando apareció el tercero. Otro niño y otro parque; esta vez fue en la Plaza Catalunya, medio hundido en el estanque de la fuente central. 

Mataró estaba convulsionado; era el centro de atención de la prensa europea, el presidente del gobierno asistió al último funeral, que se convirtió en una celebración multitudinaria donde toda la ciudad presentó su repulsa por los crímenes. Pero nada de ello servía para tranquilizar a los padres que temían por la vida de sus hijos. 

Las calles se llenaron de policías y periodistas, y se vaciaron de niños. El asesino del parque había cambiado a la ciudad. 

A mí, también me había afectado, naturalmente, aunque tenía más rabia que miedo. Yo no temía por mi vida, vivía solo, sin familia cerca. Mi única compañía por entonces era mi perro Chyli, al que sacaba cada tarde a pasear después de volver del trabajo. Fue precisamente en uno de esos paseos cuando sucedió. 

Habían pasado dos semanas desde el primer crimen. Era un jueves por la tarde, una de esas tardes frías de otoño en que la oscuridad cae lentamente envolviendo en sombras a la ciudad. Crucé el Camí del Mig y fui a buscar la Avenida Lluís Companys, Chyli saltaba de alegría a mi alrededor, exhalando un vapor húmedo de su gran bocaza. Alegría que contrastaba con la tristeza de la ciudad. "Qué suerte", pensé "poder ignorar lo que ocurre a tu alrededor". Pasé a la acera del polígono, para poder andar por el mullido césped de ese lado. En el campo de fútbol del Pla d'en Boet los infantiles acababan su entrenamiento, dos policías guardaban la entrada y todos los padres esperaban a sus retoños. Seguí bajando hasta el Clos Arqueológic, en la esquina del monstruo de hormigón me encontré con dos guardias civiles: "Buenas tardes", nos saludamos.

Crucé al otro lado, a la Pollancreda, y me acerqué a la fuente para que Chyli pudiese beber. El parque estaba desierto. Aunque aún no había oscurecido, no era imposible distinguir nada bajo la sombra de los árboles. Por un momento no pasó ningún vehículo por el cruce de carreteras y el silencio me hizo estremecer. En la parada de autobuses, al otro lado de donde yo estaba, vi caminar a un anciano con una niña de la mano. Chyli corrió detrás de una urraca que lo ignoró hasta el último momento, echando a volar con un graznido para internarse en la oscuridad del parque. El anciano me miró, y me saludó con la cabeza; entonces lo reconocí, era mi vecino, un viejo solitario y refunfuñón, a la raya de los ochenta, con el que discutía a menudo por la costumbre que tenía de tirar porquerías al otro lado del muro de su patio, es decir, justo en el mío. El viejo siguió su camino, con la niña en una mano y el bastón en la otra. A paso lento, se dirigió hacia la misma oscuridad que había camuflado a la urraca. No recordaba que el anciano tuviese ningún nieto, en realidad nunca había visto que lo visitase nadie. Una extraña aprensión se apoderó de mí. No podía ser, un débil anciano medio inválido. Empecé a angustiarme, las figuras del viejo y la niña se adentraban en el parque. ¿Qué hacer? ¿Avisaba a los guardias que había visto antes? Era ridículo. Mejor ir a hablar directamente con él. ¿Qué le iba a decir? Al final disipé mis dudas, y sin saber muy bien qué iba a hacer, corrí hacia las sombras. Me detuve a dos pasos del viejo, las palabras surgieron solas. 

- ¿Qué hace con esa niña? 

El viejo no respondió. Sin soltar a la pequeña, (debía tener unos cinco años), dio dos pasos hacia mí y antes de poder darme cuenta me asestó un fuerte golpe con su bastón. Todo dio vueltas a mi alrededor, perdí el conocimiento, me pareció que por unos segundos, aunque debió ser bastante más, pues lo siguiente que recuerdo es la lengua de Chyli lamiéndome la cara y el peso de un pequeño cuerpo sin vida sobre mis piernas. La pareja de guardias civiles corrió hacia nosotros, yo me incorporé y cogí a la niñita, muerta, en mis brazos. No había ni rastro de mi vecino. 

No me percaté de la gravedad de mi situación hasta varios días después, cuando la policía encontró en mi patio unos zapatos y una pulserita pertenecientes a las víctimas anteriores. Nadie creyó mi versión, nadie había visto a mi vecino, además, ¿Cómo pretendía culpar a un indefenso ancianito de mis crímenes? 

La ciudad durmió tranquila, aunque yo gritaba, a las sordas paredes de mi celda, que el asesino continuaba en libertad. Mi esperanza era que él volviese a actuar. Pero, a los pocos días de cumplirse la sentencia, hasta esa desesperada opción desapareció. El diario local publicó una noticia que me llamó la atención: 

"LA ÚLTIMA VÍCTIMA DEL ASESINO DEL PARQUE. El asesino del Parque se ha cobrado su última víctima desde la cárcel: Hoya muerto el anciano de setenta y nueve años, vecino del criminal, que había sido acusado reiteradamente por este de los atroces crímenes. El forense ha dictaminado que la muerte se ha debido a un ataque cardíaco. Sin duda, el agitado proceso judicial al que fue injustamente sometido hizo mella en su viejo y delicado corazón ... "


AUTOR: Rafael Ogalla 

martes, 5 de mayo de 2015

Lo que nos aleja



¿Hacia dónde fluyen tantos caminos?
¿Adónde, los que ignoramos? 
Dejando heridos en cada insulto
¿Adónde irán los que negamos?

Con la mano alzada pidiendo razón, 
con el puño austero sin dar la palabra.
Queriendo hablar sin pedir perdón,
Sin llorar por ninguna lágrima.

Debo retraerme hasta un pasado atemporal, 
tan lejano que se me escapa del tiempo. 
Expropiado el dolor en el viento, 
y aun así, arraigado en lo carnal.

Nadar en la única dirección, 
insuficiencia de un camino tan errado.
Tocar, tocar, en la ilusión,
nadar y guardar, lo nunca ganado.

Sangre, solo sangre, roja y espesa,
parida o derramada.
¡Sangre!, ¡sangre!, solo nuestra.
por nosotros tan humillada.

Trato de comprender el porqué de tantos errores. 
Quiero saber de dónde emerge el problema. 
No son las diferencias, ni la falta de miedos, 
el amor o el color, lo que nos aleja. 

Quizás, y digo quizás,
habría que quemar el dinero en la hoguera.

AUTOR: Sergio Suárez

lunes, 4 de mayo de 2015

Nicolasín



Las historias que explicaba el tío Anselmo sobre la guerra eran escalofriantes. Nadie podía imaginarse que aquel sesentón de barriga prominente, faz bobalicona y sonrisa perenne, hubiese sido capaz de hacer la mitad de las cosas que explicaba. La verdad es que a menudo nos preguntábamos si no sería todo inventado, y aquel hombre simplemente nos estaba tomando el pelo. Aunque, mirándole a la cara, era difícil creer que alguien tan memo fuese capaz de discurrir aquellas atrocidades. Siempre me viene a la memoria la historia de Nicolasín cuando hablo de ello, aunque no es la más bárbara de sus aventuras juveniles, tiene algo sórdido que golpea la imaginación del oyente, al menos la mía. El tío Anselmo la explicaba, más o menos, así: 

Por aquel entonces, cuando la guerra, la mayoría de los chavales del pueblo nos apuntamos al Movimiento. Así obteníamos alimentos sin problemas, y además te convertías en persona importante. Es que, en el aquel tiempo, no había guardia civiles, ni alcalde, ni ninguna autoridad en el pueblo más que el Movimiento, y si llevabas la insignia en la camiseta, podías hacer lo que te diera la gana. Bueno, algunos más que otros, quien se llevaba la palma era Nicolasín. 

Nicolasín, antes de la guerra había sido un don nadie; aún peor, era un desgraciado que no tenía donde caerse muerto. ¡Menudo cambio dio el tío! Dicen que fue él quien pasó por las armas al alcalde. Él, era el jefe del Movimiento en nuestro pueblo; lo que él decía iba a misa, y eso que no me llevaba más de un año, ¡vaya con el mocoso! 

Un día, mientras íbamos de patrulla por el pueblo, se le metió en la cabeza ir a casa del Genaro. El tío Genaro era un poco rojo, pero todos le respetábamos, porque, hasta hacía poco, había sido el maestro del pueblo y todos habíamos pasado por su mano. Sobre todo Nicolasín, ¡Menudas hostias le había dado! Como ese día, Nicolasín, estaba de muy mala leche, nadie discutió sus órdenes. 

La casa del maestro estaba un poco a las afueras del pueblo, subiendo por el cerro de la verneda. Como era temprano todavía estaban todos en casa; el tío Genaro, su mujer y la única hija de estos, la Puri. 

"¡Rojo de mierda!, te vamos a quemar la casa" gritaba Nicolasín mientras se acercaba, los demás no decíamos nada, todavía estábamos un poco fríos. "¿Qué queréis?" preguntó el tío Genero a la puerta de la casa. "Vamos a registrar la casa en nombre del Movimiento", Nicolasín le golpeó con la culata del fusil y lo tiró al suelo. Dentro, madre e hija se abrazaban asustadas. Comenzamos a remover todo lo que hallábamos a nuestro paso; los registros era lo que más nos gustaba hacer, siempre encontrábamos algo de valor. Cayeron sillas, vasos, vasijas ... Todo al suelo ¡Cris! ¡Cras! Cuanto más ruido más nos divertíamos. Nicolasín descubrió la pequeña biblioteca del maestro. "¡Venga, vamos a quemar todo esto!", comenzó a tirar libros al suelo. Entonces el tío Genaro corrió hacia él con un palo en la mano, suerte que lo vi a tiempo y pude derribarlo de una buena patada. Nicolasín se giró hacia él, tenía la mirada ida, "Así que te resistes al Movimiento, ahora te vas a enterar, cabrón". Cogió el palo que llevaba el otro y la emprendió a golpes, izas! iZas! lo estaba moliendo a palos. La cosa empezaba a calentarse. "¡Dale fuerte a ese "joputa"!", comenzamos a gritar los demás. Ya no se le veía la cara de tanta sangre que le salía. "¡Mirad como por dentro es un rojo!", dijo Nicolasín, todos reímos. La madre y la hija corrieron para ayudar al tío Genaro, pero nosotros las detuvimos, yo agarré a la Puri, directamente de las tetas, ¡qué buena estaba la tía! "¡Ahora se van a enterar esas putas! ¡Sujétala!" Me dijo Nicolasín, mientras se desabrochaba los pantalones. Todos le animamos a gritos, ¡Uha, uha! Tuvimos que sujetar a la Puri entre dos, ¡Como gritaba la condenada! Para mí que era virgen, vete a saber ¡con quince años! 

Nicolasín tardó poco en despacharla, "¡sujetadme a la otra que voy "pa" ya!" Y tal como salió de la hija, entró en la madre. "¡A que esperáis! ¿O es que sois maricas?" Nos dijo. Oye, una orden es una orden, así que sin esperar más me trabajé a la Puri, conmigo no luchó tanto, ya sabía yo que me tenía echado el ojo. Pues nada, que así pasamos los siete u ocho del grupo; de la madre a la hija, y de la hija a la madre. Yo con quien repetí más veces fue con la Puri, ¡es que le tenía unas ganas! De aquella se quedaron preñadas las dos, ¡Vete a saber quién sería el padre! ¡Vaya par de guarras! 

Cuando acabamos, Nicolasín dijo que no se tenían que dejar cabos sueltos, así que se acercó al apaleado. "¿Qué? ¿Te has quedado con las ganas de que te diéramos por culo, eh? Pues no te preocupes. ¡Bajadle los pantalones!" Nos sorprendimos un poco, pero obedecimos sin rechistar. El tío Genaro no ofreció resistencia, y se lo dejamos a punto. Nicolasín cogió su fusil y dijo al otro: 

"Mira lo que tengo para ti, maricón" y en un tris tras se lo clavó por detrás y enseguida ¡bang! le reventó las tripas. 

Después, el "Gafotas" redactó el informe diciendo que al registrar la casa del maestro, este había ofrecido resistencia y había fallecido en el tiroteo. Nicolasín nos hizo firmar a todos como testigos de los hechos. Y nunca nadie preguntó por el tío Genaro, ni quien preñó a sus mujeres. ¡Menudo tipo el Nicolasín, ja, ja, ja..!


AUTOR: Rafael Ogalla


jueves, 30 de abril de 2015

Seré


Con tan solo saber que me miras, se me eriza la piel, se activan las alarmas, mi cuerpo se prepara para buscar tu mirada.

Al encontrarnos entender, sin palabras todo lo que callamos tiempo atrás, escucharás mis gritos desde mi silencio perpetuo, al fin sabrás lo que tanto tiempo escondí.

Te escondí poesías que mi alma recita cada vez que te recuerda, callé por todo el miedo que me provocabas.

Ahora las tornas cambiaron, ya no soy la que bajaba la mirada cuando sonreías, suspirando porque no me hayas visto, ahora dejaré que mis impulsos afloren y no dejaré que quedes en la ignorancia de todo lo que te guardo.

Seré tu rival en un cruce de miradas, seré la serpiente que no parpadeará, no seré yo la que sienta miedo, temerás la profundidad en mis ojos y seré yo la que te haga temblar por no saber qué pienso.

AUTORA: Sara Suárez Palencia

miércoles, 29 de abril de 2015

Micros: Injustamente y Madmuasel


INJUSTAMENTE

Me duele el dedo índice de tu mano derecha. Cuando me apuntas con él. Cuando me acusas injustamente.


MADMUASEL

Mademoiselle Pitiminí esperaba siempre a sus víctimas masculinas con una sonrisa picarona que elevaba sus ansias, las de ellos, mientras la mente calenturienta de la ejecutora trazaba planes de sometimiento, tortura e irracionalidad.



AUTOR: Jesús (archimaldito)

martes, 28 de abril de 2015

El peregrino Ateo



Nunca lo he contado, pues soy un convencido incrédulo en vuestros menesteres, pero el acomodo y la amabilidad de esta casa, bien merece la confesión de un peregrino Ateo.


En la mortecina luz del anochecer de un octubre de hace diez u once años, mis fríos dedos palpan el relieve de la concha incrustado en la columna de entrada que daba al jardín. El plano dice que es la más humilde de todas. Ya queda poco para Santiago.

Lo recorro casi a tientas, pero el olor a flores me informa de su exquisito cuidado. Aunque la puerta está abierta, los gruesos muros del marco confirman que no es la original: demasiado delgada, y eso me gusta. Su falta de ostentación no requiere más seguridad que la de esa ínfima portezuela. Es la que necesito, y lo ratifico al entrar.

A la izquierda un modesto confesionario con el espacio justo para certificar el anonimato de sus feligreses me trae recuerdos de la niñez. Al pisar el suelo firme de la primera estancia, mis pies me recuerdan también los duros trece kilómetros de esta última jornada, pero el hecho de haber llegado al lugar recomendado contrarresta cualquier síntoma de cansancio. 

A la derecha, custodiada por dos desnudas columnas, se interna el pasillo hacia el altar. Ocho filas de bancos a cada lado, me guían hasta el sagrario que tiene impostado a ambos lados un simple cirio emitiendo la escasa luz de la que se nutre la humilde ermita. La inmóvil llama se refleja tras su jaula de cera. 

Evito la primera y la última y me siento en la quinta fila. Ni muy lejos ni demasiado cerca, fiel a mi perfil ateo. “Él me escuchará desde cualquier sitio” me insta mi voz interna. Me acomodo evitando estirar mis pies doloridos, “otra imposición de mi niñez”. Y entonces, le explico el motivo del porqué peregrina un ateo.

-Sé que podría hablarte en cualquier lugar del camino, que me escucharías igualmente, pero como tus generales han dispuesto estos espacios como caminos directos hacia ti, he decidido venir a tu casa- confesé, mirando la inmensa cruz pintada tras el altar, la cual, siempre he relacionado con alguien que te espera con los brazos abiertos. -Pienso que a ti te hubiera gustado más cualquier comedor o dormitorio benéfico, según tu mensaje original, que estas opulentas estancias de espaldas a la realidad, pero queda confirmado que aun alguien respeta tu palabra- expresé en voz alta, mientras las llamas de las velas seguían inmóviles emitiendo su humo negruzco hacia el techo de madera. 

-Quiero que sepas que no le hablo a la iglesia, que mis palabras son para los oídos del carpintero que un día decidió enfrentarse a todos y a todo. Vengo de parte del amigo del amigo de un buen amigo, ¡ya sabes!, tiene un cáncer terminal, y antes de que se vaya de este mundo, quería hacer el camino por él. No he encontrado otra forma más inspiradora que haciendo esta penitencia tan emblemática. La cual ya te confirmo que el final no será esa inmensa mole de piedra que dicen guardar los huesos de tu aposto. Pienso que si pesaran todos aquellos que dicen pertenecer a tu discípulo, y que deben estar repartidos por medio mundo, sus pisadas debían oírse a kilómetros. Quiero decir con esto que soy un hombre de ciencias, y aun así respeto a esos millones de fieles que siguen viniendo a escuchar a tus generales tras haber encontrado, ya hace mucho tiempo, los primeros huesos de Dinosaurios. Lo entiendo “la fe del ser humano es incomprensible”, aunque para mi la derrocha en el sitio equivocado-

El silencio en la basílica es amenazante, casi puedo escuchar mis propios pensamientos que ruedan por mi mente segundos antes de que reboten en la increíble acústica del templo. –Aquellos a los que tus mandamases bautizaron con el nombre de “Iluminatis” han dado pruebas, una y otra vez, de que la historia inventada por quienes se autonombraron vicarios tuyos, contradicen sus mentiras una a una. Sintiendo mucho no poder ayudarlos en la medida que hasta este momento, ni Cain, ni Abel hubieran sido capaces de engendrar vida. Como verás mi alma atea no titubea ante su inefable y vergonzosa manera de imponer sus criterios a fuego. Y nunca mejor dicho: si el infierno es el lugar más aterrador y temible previsto para las personas de corazón impuro, ¿por qué tenían tanta prisa en la Santa Inquisición en quitarles tal placer a los demonios que dicen vivir en él- En este momento me paro a reflexionar en mis últimas palabras y reordenar la idea que me ha traído hasta aquí.

-Bueno, he mentido al decir que mi alma nunca ha titubeado. Es ese mismo el motivo que me ha traído ante ti. Y tan sólo para hacerte una pregunta. Ayer noche, casi a rastras y maltrecho, llegue a una pequeña cabaña a trece kilómetros de camino de aquí. Al principio parecía estar abandonada, aunque la luz de su interior, que parecía emitir una llamada silenciosa a mi cansado cuerpo, gritaba a viva voz que alguien estaba haciendo pan. Casi no llegué a tocar la puerta, cuando me recibió un ser humano enorme: pelo largo, largas barbas y una mirada que contenía todo el cariño del mundo. Parco en casi todos sus modos, menos en el de la amabilidad y cortesía al viajero. Pan, vino y todo el alimento que poseía me fueron ofrecidos. Con alegría pude comprobar, que bajo aquellas ropas de Hippie, se escondía un ateo como yo. Nada de lo expuesto, fuera en paredes, mesas, o muebles, podrían decir lo contrario. Ni una referencia a hitos religiosos, ni de cualquier otra índole. Como digo, hablaba escasamente, pero no era la cantidad de palabras que salieron de su boca, como la importancia de todos sus matices, incluso al contarle mi propósito, del que gracias a él he llegado hasta aquí, eran en verdad los que me han hecho reflexionar hasta construir esta pregunta… ¿lo enviaste tú?


Nunca lo he contado, pues lo que ocurrió a continuación, e ignorando todo lo que un buen cristiano podría considerar como herejías e insultos a su iglesia, incluso, alguna inocente mentira, aquel hombre de mirada amable apareció ante mí. De espaldas, mirando la cruz, elevando sus manos a lo alto. Vestido con las mismas ropas del día anterior, se giró hacía mi y me invitó a salir, mientras los cirios se consumían a marchas forzadas. El olor a flores se intensificó por un millar, mis fosas nasales no podían evitar ser agredidas con tal plenitud de incomparables fragancias, y justo de pie en el centro del jardín me señaló el camino a seguir: hacía las luces de Santiago.

A día de hoy puedo decir, ante vosotros hermanos, en esta humilde y austera abadía que ha acogido mi alma de viajero como uno más, que moriré de cualquier cosa menos de cáncer.


AUTOR: Sergio Suárez.

lunes, 27 de abril de 2015

La despedida de Marianico


Esta es la historia de mi hermano el pequeño y de las revelaciones que nos hizo este verano. Tras escuchar todo lo que tenía que decir fui incapaz de revelarle la verdad sobre el asunto, ni de que otros lo hicieran. A veces el pasado es mejor no removerlo. Así empezó la reunión:

—Como sabéis soy el pequeño de los doce. Hasta hoy he guardado un secreto que ha provocado la vergüenza de mi existencia durante este tiempo. Sin embargo, tras la muerte de Padre y la tristeza que eso me provocó, me he dado cuenta de que aquello que me condujo a preservar tremendo secreto hoy me enorgullece. Hermanos, hoy os voy a desvelar por qué nos abandonó María y lo

difícil que tuvo que ser para nuestro progenitor criarnos a los doce, como lo hizo. Hace dos años, Padre me entregó una carta escrita del puño y letra de vuestra Madre. Este tiempo la he estado escondiendo, no solo a vosotros, sino a mí mismo. Ahora ha llegado el momento de que sepáis la verdad.

<<Queridos hijos míos:

Quiero aprovechar este trozo de papel para poneros en conocimiento de las razones que me llevaron a abandonaros allá por los años cuarenta.

Pues veréis, de todos los días de los que dispone un año, Ricardo, vuestro padre, se puso de parto precisamente el día de la matanza. En cualquiera de los otros trescientos sesenta y cuatro restantes, el parto me hubiera dado igual aunque, ojo, que no le reprocho nada. Está claro que parir es inevitable y pobre hombre, qué iba a hacer. Sin embargo me aventuro a pensar que algo de provocación sí hubo pues ya estaba informado de la gran ilusión que me producía aquella matanza. La matanza del cerdo Marianico. Lo críe a conciencia desde su nacimiento y la espera había valido la pena, estaba fuerte y robusto como un jabalí salvaje. Lo traje al mundo con mis propias manos, lo alimenté y lo cuidé como a cualquiera de vosotros once. A Ricardo no le atraía nada la idea de que durmiera con nosotros de lechal pero no cedí y así lo hice. Me planté y le dije: —como María Pulido que me llamo que el cochinillo duerme conmigo. Y ante tal afirmación y, a pesar de que el embarazo lo hizo llorar como a un niño, no pudo negarse. Así, durante los primeros meses, fuimos cuatro en la alcoba: Ricardo, Marianico, yo y el que venía en camino.

La idea de evitar aquel parto me convirtió en una mujer nueva, aunque vuestro padre no paraba de quejarse de todo. Había pasado buena parte de mi vida preñada y era hora de descansar. No es que no haya disfrutado de llevaros en mi vientre, no, pero es muy cansado, sobretodo los partos. Los tres primeros fueron embarazos difíciles pero los partos bastante normales. Con el cuarto, no tuvimos comadrona. Empezaron los dolores sorprendiéndome mientras lavaba en el río. En tres o cuatro minutos ya estaba en el mundo. Le corté el cordón con una cuerda que había en el borde del arroyo y lavé al bebé en el agua dentro de un barreño. En ese momento me acompañaban ya pocas fuerzas y el balde se escapó río abajo. Pensé que lo mejor era ir a buscar a Ricardo para que se hiciera cargo. Vuestro padre se pasó el día entero recorriendo el río hasta que apareció con vuestro hermano envuelto en una chaqueta vieja. Para el quinto de vosotros me resultó sencillo averiguar su llegada. La experiencia de los anteriores me había hecho conocer el momento exacto de su entrada al mundo. Al alba le dije a Ricardo:—Para las nueve y cuarto viene el retoño. Vuestro padre preparó agua caliente, mantas y os mandó con la vecina. A la hora esperada nacía el quinto niño de la casa. Nació con dos vueltas de cordón y no respiraba. Ricardo le palmeaba en las nalgas desesperado pero no había manera, no lloraba. Tuve que tenerlo colgarlo de los pies varias horas. Cogí una cuerda de la matanza, le até los tobillos y lo pendí en la despensa entre los chorizos y la morcilla. En un par de horas el bebé berreaba por fin. Sexto, séptimo y octavo llegasteis prácticamente juntos. Uno el martes, otro el miércoles y el más menudo el jueves. Tres días de parto interminables y agotadores. Y los tres últimos, por mi parte, no los recuerdo bien pues con todos acabé inconsciente. Uno nació con siete kilos doscientos, otro con ocho y el último con ocho cien. A vosotros no os pude dar pecho. Me recomendó una vecina que os diera sopas y así os criasteis de hermosos.>>

—Bien. Ya supongo que empezaréis a entender que María no fue una madre normal. Pero hasta ahora lo que no alcanzáis a imaginar es cómo Padre tampoco lo fue, y por supuesto yo mismo estoy muy lejos de serlo. La carta continúa así:

<<En febrero de 1937 nos enteramos de que estaba embarazada. El duodécimo retoño llegaba a la familia. Por supuesto, después de once partos a cada cual más difícil, me negué en rotundo. Le dije a Ricardo que no, que no iba a tener ese hijo. Se puso como loco, que si Diós me castigaría, que si Diós lo había querido así; mamarrachadas—le dije—Si quieres que nazca, lo tienes tú. Así que después de varias semanas de burocracia con la iglesia y de dejarme el jornal de varios meses y las rodillas peladas de rezar, Ricardo se quedó en estado de nuestro hijo número doce. Recuerdo que aquel día dormí de un tirón bajo las mantas. Él, en cambio, pasó la noche agitado y por la mañana lo oí vomitar. Que queréis que os diga, no voy a deciros que me sentí mal porque no fue así. En pocos días ya no me dolían los pechos ni el vientre y me centré en Marianico y en cuidar de la hacienda.>>

—¿Pero qué... ? Eso no es posible, Madre estaba... 

—Dejadlo hablar—dije interrumpiendo a los demás, diciendo más con la mirada que con las palabras. 

—Lo que habéis oído. María no es mi madre. Y ahora me siento feliz de saberlo. En este momento he podido perdonar todo ese odio hacia quién creía que fue quién me trajo al mundo y a la vez quién me abandonó. Ese sentimiento tan contradictorio que había crecido en mí como mis brazos y mis piernas, dejó de serlo. Pero...Perdón, dejadme que continúe leyendo. 

<<Ricardo a los cuatro meses tuvo que dejar de labrar la tierra, la barriga era tal que no le dejaba agacharse ni ver ni lechugas, ni tomates ni trigo. Se dejaba parte de la cosecha atrás y me tocaba trabajo doble. Así que yo ocupé su lugar. Labraba, cosechaba, me ocupaba de la hacienda. Él, mientras, os criaba y se dedicaba a "mis labores". Tanto se parecía a mí que una tarde vuestro abuelo lo encontró de espaldas, con el mandil puesto, y pensando que era yo lo atrapó por detrás y le besó la mejilla. Aún me río cuando pienso en el respingo que ambos pegaron ante tal atrevimiento. Y yo cada vez me parecía más a él. Incluso empecé a fumar. Todo el día rodeada de capataces y peones de la hacienda tuvo dicha consecuencia. Me volví una fumadora empedernida. Ricardo, por el contrario, tuvo que dejarlo debido a su estado. Pero a lo que vamos, el día del parto. Yo había madrugado mucho para preparar la matanza de Marianico. Afilé todos los cuchillos y dispuse todo lo necesario. Toda la familia estaba avisada para acudir a la celebración. Incluso colgué un cartel en la hacienda que decía: " La despedida de Marianico". Estaba entusiasmada con la idea de alimentaros durante todo el año, con aquel cerdo que con tanto mimo crié para tal fin. En el pueblo no se hablaba de otra cosa que de la matanza de los Pulido, algo que me enorgullecía.

Ricardo, se levantó temprano para preparar el desayuno y ayudar en los preparativos. Yo estaba tan emocionada que no me di cuenta de que parecía más pálido y cansado de lo habitual. Ambos dispusimos la hacienda para recibir a la familia. Recogimos flores para los jarrones, decoramos las mesas, pusimos los manteles que vuestro padre había bordado y sacamos la cubertería de plata que nos había regalado la tía Enriqueta para nuestras nupcias. Todo lucía precioso aquel día. El tiempo acompañaba, el sol resplandecía con rabia y hacía mucho calor. A las doce empezaron a llegar los primeros. Los tíos de la capital venían cargados de regalos para vosotros. Se sorprendieron al ver a Ricardo en Estado. Al principio quisieron marcharse pues creían que aquello había sido obra del diablo, pero tras hablar con vuestro padre y ver con qué cariño llevaba ese hombre al bebé en su vientre se quedaron sin volver a hablar del tema. A la una ya estaban todos en la hacienda y con cada uno hubo que repetir la historia. Ricardo se mareó un par de veces y tuvo que sentarse al fresco un rato. Llegaba el momento esperado y fui a por el cochinillo. Lo traje hasta la mesa más grande del jardín, la mesa de piedra y lo encaramé arriba. Todos se arremolinaron alrededor para admirarlo. Menudo cerdo, María, decían. Qué lustroso, qué sano, gritaban. Yo no cabía en mí de gozo. Era el momento más feliz, diría que de mi vida. Me encendí un cigarrillo y entré a la cocina a por la ristra de cuchillos que me ayudarían en la tarea. Mientras miraba los puñales recordaba todos los meses, desde su nacimiento, en que lo preparé para este día. Deslicé mis dedos por el acero, intentando comprimir esos recuerdos en algún lugar de la memoria para no olvidarlos nunca. Y bien que lo conseguí, gracias a vuestro padre nunca he olvidado aquel momento. Empecé a oír gritos y alboroto. Me quedé un segundo intentando captar lo que decían las voces fuera. Apagué el cigarrillo en la pica y corrí creyendo que le había pasado algo a Marianico. Fuera se había formado un círculo en torno a Ricardo. Eché un vistazo al cochino y continuaba sobre la mesa. Inmediatamente sentí alivio. Me acerqué a la multitud. Allí estaba vuestra tía Enriqueta dando aire al desfallecido con un abanico andaluz. Al verme me gritaron: agua, agua. Me dirigí de nuevo a la cocina algo enfurruñada y preparé una jarra llena de agua y mucho hielo. Le pusieron el vaso en los labios y le hicieron beber. Mientras recuperaba la conciencia saqué todo lo necesario para la matanza. Yo estaba empezando a ponerme nerviosa con tanto retraso y supongo que intuía que algo iba a pasar. Al fin todos se centraron en el evento y rodeamos la mesa. Vuestro tío Cipriano, un hombre de metro ochenta, fuerte y robusto como un toro, su puso en frente para sujetar a Marianico. Le atamos las patas con una cuerda que llevé a bendecir a la Iglesia, por empeño de mi madre, vuestra abuela. Tomé la navaja más grande, apreté fuerte la empuñadura y me abalancé sobre el marrano. Se acercaba el final de aquel trabajo tan minucioso y bien hecho y, justo cuando iba a poner fin a la vida de Marianico, Ricardo soltó un alarido que se oiría hasta en el pueblo. Cipriano soltó al cerdo y corrió hasta él. Vuestro padre se había puesto de parto. Justo ese día, en ese maldito momento. Ante los alaridos de Ricardo todos se pusieron en marcha, nerviosos. Las tías prepararon agua en los barreños dispuestos para la matanza, Cipriano y los demás sacaron de una patada a Marianico y colocaron a vuestro padre sobre la mesa. Nadie sabía cómo iba a nacer vuestro hermano. Daban vueltas alrededor del paritorio improvisado pensando qué hacer. Le rasgaron las ropas y cuando Ricardo, empapado en sudor empezaba a quedarse sin fuerzas, el tío Cipriano cogió un cuchillo y sin pensarlo dos veces le hizo un corte vertical en el vientre. La sangre empezó a correr como en una matanza cualquiera, solo que no era mi matanza, no era mi Marianico ni el día tal como tantas veces lo había soñado. El cerdo chillaba en el suelo con las patas atadas y yo me sentí profundamente triste. Me limité a fumar sentada en el quicio de la puerta, oyendo los gritos de vuestro padre diluirse entre los de Marianico. Pasé allí sentada lo que creo fue una hora u hora y media, hasta que el llanto del duodécimo niño prosiguió con celebraciones, hurras y felicitaciones. La tía Entiqueta, costurera de toda la vida, remendó la herida a vuestro padre y le limpió la sangre. Bañaron al bebé con agua tibia y lo pusieron en los brazos de Ricardo que sonreía como si fuera el primogénito. Por la tarde marcharon todos. Aquel día no hubo matanza, ni ningún otro. Alguien desató las patas de Marianico y éste escapó campo a través. De madrugada me levanté a fumar. Ricardo y el crío dormían después de haberle dado leche tibia de una cabra joven que tenían unos vecinos. Yo sin embargo no podía conciliar el sueño. Fumé sin parar sentada en el lecho de Marianico, pero él ya no estaba. ¿Imagináis lo vacía que te puedes quedar tras un hecho así? Todas las fuerzas puestas en aquel día para nada. Tras el último cigarrillo, me quedé mirando el paquete y me fui con lo puesto, dejando una nota a vuestro padre: Salí a por tabaco. Pero nunca volví. No me sentía con fuerzas para afrontar el vacío que, a causa de Marianico y su matanza, había crecido en mí. Espero que entendáis las causas de mi ausencia. Estoy segura de que Ricardo habrá sabido criaros bien.

Os quiere, 
Mamá. >>

—Supongo que entendéis por qué os oculté esta carta. La vergüenza de ser el no nacido de una madre me invadió durante este tiempo. Pero ahora el orgullo de haber nacido de las entrañas de Padre, ha reemplazado ese sentimiento.

Tras toda esta inverosímil historia, la única verdad es que gracias a ella, mi hermano pequeño pudo encontrar el perdón y estar en paz consigo mismo. ¿Quién soy yo para devolverle a una realidad dolorosa? No necesita saberla. Es mi hermano y lo crié casi como a un hijo, siendo el mayor de todos. Cómo podría ponerlo en conocimiento de que nuestra madre esta loca. ¿Cómo podría yo explicarle que Marianico fue su primer nombre y que, fue a él y no a un lechón a quién su propia madre quiso sacrificar, a los pocos meses de darlo a luz? Y, ¿Cómo podría derribar una historia, que recibida a través de una carta desde un psiquiátrico había encajado en su cabeza como la última pieza de un puzzle? No tengo la menor intención de hacerlo. En ocasiones el pasado es mejor no removerlo.



AUTORA: Raquel Ortega