Son las cinco de la madrugada, un frío de los
que... ¡hasta los muertos lo notan!
-¿Cargamos ya el coche? -me comenta el
ayudante.
-No, espera a que llegue la familia, son
puntuales, -le respondo, no tardan en llegar.
A las cinco y treinta minutos aparecen cinco
vehículos de diversas marcas cargados de gente...
Se aproximan al depósito en completo silencio,
sólo se escuchan los tacones de algunas de las mujeres que acompañan a los
familiares, al pisar aquellas baldosas de las escaleras, baldosas mojadas por la escarcha del rocío de la noche.
Llegados a la puerta del depósito, guardan
silencio hasta la llegada del Sacerdote y del monaguillo para rezar el responso
correspondiente.
Terminado el acto religioso, los familiares
cargan el féretro hasta el coche fúnebre, lo depositan con todo el cuidado
sobre el raíl de guía y es introducido lentamente dentro del arcón de cristal.
Se introducen dentro del coche fúnebre cuatro
coronas, dos a cada lado, y una cruz de claveles blancos sobre el féretro.
Damos a los familiares las instrucciones a
seguir a partir de que el coche fúnebre abandone el recinto y comience el
recorrido hasta el cementerio de la localidad de destino.
El camino es largo, por lo que se comunica que
la velocidad será moderada, con dos
paradas técnicas obligatorias: la primera, a cien kilómetros desde la salida, (breve descanso y repostar
el vehículo), y la segunda, antes de la entrada al pueblo, para colocar las
coronas por fuera del coche y hacer el paso lento como suele ser costumbre,
para que los amigos y familiares acompañen al coche fúnebre andando, por las
calles del pueblo.
Se acuerda que los familiares hagan dicho
recorrido a su aire, es decir, si quieren ir detrás del fúnebre o adelantarse
al pueblo y preparar la llegada.
Es muy emotiva la escena de los familiares al
dirigirse a sus coches; pasan signándose ante el fúnebre y dando besos
volados!!!
Puestos en marcha a velocidad lenta, salimos
del recinto en el más absoluto silencio de los presentes, sólo se escucha el
ronroneo del motor y las ruedas pisando la gravilla del camino.
Nos acompañan los familiares en sus coches,
detrás del fúnebre hasta la salida de la ciudad y ya en autovía, algunos se
adelantan y sólo dos vehículos de los familiares más allegados al difunto, nos
acompañarán durante todo el recorrido previsto.
Llegados a la primera parada establecida,
(repostar combustible y tomar un tentempié), siendo ya las ocho de la mañana,
descansamos unos minutos y emprendemos la marcha...
Es impresionante la reacción de las gentes de
los pueblos por los que tenemos que pasar; al ver el cortejo fúnebre pasar ante
ellos, unos se arrodillan, otros hacen la señal de la cruz, otros agachan la
cabeza en señal de respeto. ¡¡ Impresionante !!
Llegando casi al destino, a unos quinientos
metros antes de la entrada en el pueblo, a nuestra derecha vemos una explanada cerca de la carretera, hacemos
la parada para colocar las coronas por fuera del coche fúnebre y retomando la
carretera, ya llegando al pueblo, es curioso ver la cantidad de gente que nos
esperaban; todos en silencio, con flores blancas y velas blancas en las manos y
haciendo un pasillo por el cual hemos de pasar.
Aminoramos la marcha para que los amigos y familiares
llegados a ese punto, todo el pueblo, al
paso del fúnebre entre ellos, vayan signándose y lanzando las flores sobre el
cristal del arcón...
Es impresionante, difícil de explicar,
emotivo, muy emotivo ver a esas personas arropando a la familia del difunto en
esos duros momentos que están pasando y más aún porque el difunto es un niño de dos añitos que ha
muerto a consecuencia de una larga enfermedad en el Hospital.
Llegados al cementerio, el coche fúnebre queda
parado en la puerta; los familiares llevan el pequeño féretro blanco hasta el
nicho donde recibirá cristiana sepultura.
Antes de la salida del cementerio, nos
percatamos de un pasillo de nichos de adultos; es curioso el pasillo, pues hay más nichos a la
"izquierda" que a la "derecha"...
Preguntamos al sepulturero del cementerio el
por qué de ese pasillo, y la respuesta fue:
Aquí
enterramos a los "malos" a la izquierda y a los "buenos" a
la derecha; de ahí que haya más nichos a la "izquierda" que a la
"derecha"!
Como es de "prudencia y respeto al Santo
lugar", omitimos el nombre de la población, no sea que se enteren del
relato y llegado nuestro "momento" no entierren en el lado
"izquierdo". FIN.
AUTOR: Javier María Martí Martínez