lunes, 27 de octubre de 2014

Sueños de papel


Cinco metros y medio de eslora y dos de manga a la búsqueda del sueño de papel. Detrás las luces de su pueblo se disuelven. No, no es niebla, son lágrimas que cristaliza la costa Ifneña.

Rachid es un hombre, soy un hombre. Agacha la cabeza y reza:

Bismilah irraham irahim
al hamdolilah irabbi al alamin
arrahman irrahim

Recuerda los tres besos de su madre, el último en la frente, el de la bendición. Un poco antes repara una tagine de pescado frito y ensalada de pimientos rojos y verdes asados con limón y comino. A Rachid le gusta aderezarla con salsa blanca de Tahína, al sabor del sésamo parece que el cielo invada su boca. Naíma envuelve algunas tortas de msemen con miel y lo guarda en la mochila de su hermano, los españoles lo llaman dulces de pañuelos por la manera que tienen de doblarse sobre si mismos en cuatro pliegues simétricos.

—Adiós madre

—Dios te bendiga, hijo

Baba mira en silencio los preparativos de su hijo, es de los que aguantan pasivo porque tiene una familia agarrada a su espalda. Espera a que abran la prometida factoría de salazones, o que del cielo llueva maná, o que crezcan nomeolvides en las dunas. Mira impasible como se aleja la pesca del pueblo, tanto sudor desperdiciado. El beneficio para el que ordena y manda, agacha el gesto y calla. 

—Padre, soy joven y fuerte y me muero de impaciencia. No soy un perro, soy un hijo de la tribu de los Ait Baamarán, por mis venas corre un guerrero. —El hijo levanta la cabeza con orgullo, mientras el padre reza su rosario de ámbar.

—Tengo una lancha preparada, sólo hay que esperar a que el agua esté como una alfombra. — le dice su primo Muley en el puesto donde trabaja en el mercadillo, bajo el azul de una manguera que pende sobre sus cabezas. El candil de petróleo tiñe de ambarino tono los racimos de dátiles expuestos e incendia de amarillo los higos secos, acentúa el azafrán colocado en pirámide y el bermellón de las especias y de las aceitunas moradas.

—Nos tenemos que ir Rachid — le reclama con urgencia urgente entre los rollos de papel higiénico, latas de conservas, escobillones, bolsas de pañales, se recargan móviles, que ya no es tan típico el mercadillo. Cuando vienen los turistas esconden el plástico, en su lugar cestas de mimbres, alfombrillas, canastos de esparto. El nylon no mueve el dírham.

Hablan junto al oscuro mostrador de la carnicería, fuera del oído de su padre, tras  la rotunda espalda de tela verde de una mujer marcada de glúteos. Gala Ifneña. Sobre ella pende la cabeza ensangrentada de un camello con la mueca amarilla de los dientes y parece que sonríe desollado. Más colgaderas de carnes hisopeada de movibles lunares negros, moscas ahítas de glotonería pegadas al enorme pastelón sanguíneo,  mil veces mil al tamaño de sus bocas. Las moscas no pasan hambre en Sidi Ifni. El carnicero es un muchacho con calva y camiseta de letras que pregona “Green Peace” y no pega nada el ecologismo con el muestrario de cadáveres a tanto el kilo.


El abigarrado mercadillo bulle en la noche del sagrado Ramadán. Todo hierve al ritmo de la fiesta, al compás de la música, al olor de jarera y cordero y cuscús y en nos tenemos que ir Rachid, te hago el regalo de ofrecerte un sitio amigo mío, sabes que nos sobran los candidatos. Muley está inquieto.

 — ¿Cuántos somos…y quiénes? —pregunta Rachid.

—Hibrahín, los dos hermanos Abdalá y nosotros.

Sellan con un abrazo apretado el compromiso para la primera noche de mar en calma y tiempo propicio. Sus ojos brillan Brillan más que el carbón del anafre donde se asa la carne. 

Por la calle de Ibno Sina, la de Ibno Abed Lah y la de Al masira...se va su espalda. Detrás deja a su familia, su casa.

—Adiós hijo.

Resuena una sura en la noche sin luna, cantinela apagada que acompaña el sonido del motor de gasoil. Golpea el agua la proa con monótono ritmo, mientras Rachid reza:

—Guíanos por el sendero recto, el sendero de quienes agraciaste, no el de los execrados, ni de los extraviados.

Ibrahim vomita, Rachid pasa un brazo por el hombro de su amigo y aguanta las arcadas, mientras amanece o parece que amanece.

Allah es grande y Mahoma su profeta
.


Autora: Isabel RC

4 comentarios:

  1. Precioso cuento sobre, los más que desdichados viajeros del hambre y el progreso, en busca de una vida digna.

    Gracias Isabel, por compartirlo con nosotros

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  2. Hermoso viaje hacia Empatía.
    El Valbanera naufraga en la costa cubana en 1919. 400 perecen, casi todos canarios.
    NO son como nosotros
    SON nosotros

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  3. Muchas gracias Juanje, por tu ilustrativo comentario.

    Gracias.

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  4. Hola Carlos, gracias por subir este relato, han quedado muy bien las fotos. Graicas Juanje pro tu comentario. La franja de mar ente las canarias y África es un cementerio marino, como diría Paul Valery.
    En otro momento con calma les leo sus aportaciones.
    Un abrazo para ambos.

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